El domingo 6 de agosto de 1978, el despertador que el
papa Pablo VI había comprado en 1923 (y que durante 55 años le había despertado
a las seis cada mañana) sonó repentinamente y de un modo estridente. Pero no
eran las seis, como siempre, sino las 9,40 de la noche. De forma inexplicable, el
reloj empezó a sonar cuando el papa yacía moribundo. De hecho Pablo VI murió en
aquel instante. Más tarde, el padre Romeo Panciroli, portavoz del Vaticano,
comentaría: "Fue de lo más extraño. Al papa le gustaba mucho el reloj. Lo
compró en Polonia y lo llevaba siempre consigo en sus viajes".
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