Porque muchas veces te olvidas de ti. Porque en
ocasiones te has conformado con un sucedáneo. Porque has creído que no valía la
pena buscar más. Porque te has sentido cansada o cansado, al borde de las fuerzas, casi extenuada, casi
extenuado, creyendo que quizás… eso no
era para ti… que no te correspondía, que no era el momento, que no lo merecías,
que habías agotado tu cuota, que ya no volverías a experimentarla.
Porque te
has rendido, admítelo. Y has hecho caso
a ese cerebro tramposo que te ha hecho sucumbir a su influencia.
Te lo has
creído.
Como si uno pudiera gastarla toda de una vez, como si estuviera
contada, como si tuviera una fecha tope para canjearla… Como si no fuera lo que
es, una mina que no se agota, una mina que hay en ti. Así es. Está ahí.
A veces
brota como un árbol con miles de ramas llenándote el pecho, con una poderosa savia
capaz de romper la más gruesa capa de
hielo. Como una primavera en el estómago.
Y otras, no es que no esté, sólo se
esconde, se debilita, y hay que buscar más profundo o en otras zonas…
No pienses
que tu tiempo ya pasó, no dejes abandonada esa mina. Por mucho que te cueste
has que retoñe esa felicidad latente, has que sea la fuente de tu alegría. No importa que sea un
pedazo, una onza, un grano. No permitas que se quede ahí, hibernando en un
pecho frío. Porque sí, porque te lo mereces… Porque…